“Un poco de esperanza es eficaz, pero
demasiada, es peligrosa. Un destello es bueno, cuando es contenido”. Snow – The
Hunger Games
Esta
frase resume las incansables peripecias a realizar por un sistema restrictivo
cuya finalidad radica en controlar los avances de una sociedad hacia el
conocimiento del poder que se encuentra depositado en sus manos y la gran
capacidad que tienen para manejarlo si existe organización. Es el propósito de
la autoridad sobre la evolución, la permanencia de un sistema disfuncional
sobre la prevalencia de la justicia. Es la adecuación de cada órgano a la
merced de unos pocos, dejando a un lado que un sistema se compone de todas sus
partes, necesarias e importantes por igual.
Cada
individuo, como único, tiene en sus manos la habilidad (impresionante e
indetenible) de creer. Es esa habilidad la que lo hace poderoso, es esa
habilidad la primera que busca reprimir cualquier otro individuo que busque
controlarlo. Es esa habilidad a la que debemos aferrarnos en cualquier momento.
Como dicen por allí: La esperanza es lo
último que se pierde.
La
esperanza es un detonante. Cuando la tenemos se desencadena en nosotros un
deseo de luchar, un ánimo especial para afrontar cada una de las actividades
cotidianas, incluso las más difíciles. Ella nos permite adquirir el fuerte
deseo de seguir adelante cuando nuestras fuerzas nos abandonan y la voluntad
necesaria para no renunciar a nuestros sueños aun cuando el camino es una
cuesta casi imposible de remontar.
Sin
esperanza nos convertimos en un blanco fácil para aquellos que son partidarios
de abusos. No renunciemos a ella, es nuestra, mucho más que cualquier otra
cosa. La esperanza es algo que jamás nos podrán quitar, sólo hay que aferrarse
a ella, seamos capaces de construir lo que queramos construir. Hay que dejar de
mirar hacia la oscuridad por miedo a que la luz nos ciegue, dejar de esconder
la cabeza en un hoyo para negar que, a pesar del estridente sonido del cañón,
hay suaves sinfonías que inundan las calles. Sí, ocurren cosas terribles
mientras escribo estas letras, pero al mismo tiempo hay alguien trabajando para
darnos a todos lo que aún no creemos que merecemos. Aprendamos a mirar más allá
de lo que nos colocan sobre la nariz, hay todo un mundo por descubrir.
Si a
mis manos llegase un libro y lo dejara a un lado incluso antes de abrirlo,
estaría desperdiciando una oportunidad tremenda. Ahora, si por el contrario ese
libro llega a mis manos y lo abriese para leer tan sólo la primera línea, con
gran probabilidad estaría descubriendo el pasadizo a un mundo lleno de
aprendizaje y quería apegarme a él, sólo para saber todo lo que tiene para
enseñarme. Así es la esperanza, una pequeña brecha, casi imperceptible, que se
encuentra en cada uno de nosotros. Un dejo de curiosidad, una pequeña chispa en
la oscuridad, que con toda seguridad podrá devolver la luz de cualquier lugar
si se esparce más allá de las fronteras de nosotros mismos.
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